[BOGOTÁ] El primer escándalo político de 2018 en Colombia tuvo como protagonista a la ciencia, cuando el presidente del país, Juan Manuel Santos, declaró “insubsistente” al científico César Ocampo que desde hace once meses se desempeñaba como director del Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias).
La destitución de Ocampo (10 de enero) fue el octavo cambio de director de Colciencias en ocho años, lo que constituye una señal de la inestabilidad política que afecta a las instituciones científicas del país y que generó un ida y vuelta de acusaciones entre los jerarcas del sector.
Por un lado, luego del decreto presidencial, la ministra de Educación Yaneth Giha argumentó que la decisión se debió a “las decisiones y omisiones tomadas desde la dirección (de Colciencias) que afectaban gravemente a la institución”. El organismo tiene un presupuesto anual cercano a US$210 millones y nuclea a unos 440 funcionarios.
Y en los últimos días, el episodio más reciente fue la carta pública difundida por Ocampo, en la que asegura que las “irregularidades” detectadas en su gestión son falsas, e instó a la ministra de Educación a presentar “pruebas” ante “los entes de control respectivos”.
“Me encontré con un direccionamiento estratégico de la entidad muy preocupante y que muestra desconocimiento de las necesidades del país en materia de ciencia, tecnología e innovación”, dijo Ocampo al periódico El Tiempo luego de su destitución.
Además, señaló que estaba preocupado por la forma como se estaba llevando a cabo la contratación de la entidad insinuando prácticas de clientelismo.
Sin embargo, en cuatro comunicaciones realizadas en diciembre, el entonces subdirector de la entidad Alejandro Olaya —ahora director de Colciencias— advirtió sobre los problemas que Ocampo estaba ocasionando.
Por un lado, decía, Ocampo estaba concentrando todo el poder de contratación en su oficina, había retrasado la vinculación de decenas de personas de las que dependía el buen funcionamiento de la entidad, desconocía algunos protocolos administrativos internos, no tomaba en cuenta el plan estratégico de los subdirectores y había intentado dar vuelta la política de ciencia y tecnología establecida en el Plan de Desarrollo del gobierno.
Olaya, ex profesor universitario con un doctorado en gestión de la ciencia, dijo a SciDev.Net que Ocampo además rompió “la neutralidad que deben tener las agencias que hacen política científica” al imponer un programa de desarrollo espacial en Colombia, una idea que claramente hace eco con su especialidad.
“Durante ocho años hemos tenido ocho políticas de ciencia y tecnología distintas”, comentó a SciDev.Net Gabriela Delgado, exfuncionaria de Colciencias y docente de la Universidad Nacional. Para ella, la falta de claridad sobre el rumbo que debe tener la producción de conocimiento y la innovación han hecho que cada nuevo director intente dirigir el sector de acuerdo con lo que “le dicta su intuición”.
No le falta razón. Hace menos de un mes, una parte de la comunidad científica rechazó una iniciativa que nació bajo la dirección de Ocampo y consistió en una encuesta virtual para consultar, con al menos un millón de colombianos, cuáles de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible deberían ser prioritarios para la agenda científica nacional.
Enrique Forero, presidente de la Academia de Ciencias, dijo a SciDev.Net que “son las Academias y los científicos quienes deben definir el presente y el futuro de la agenda científica. Esa fue una actitud populista por parte del gobierno (…) No se hacen encuestas populares sobre el trazado de una carretera o sobre normas de sismorresistencia”.
Por su parte, para Carlos Fonseca, exdirector de Colciencias, durante este gobierno ha existido una brecha enorme entre “lo que dice el gobierno en sus documentos sobre ciencia y tecnología” y lo que “logra hacer realidad”.
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